martes, 8 de enero de 2013

El perrito loquito.


Llega la noche, o cae la noche, no importa si la noche cae o llega, lo que importa es que en estos momentos debería estar terminado mis tareas, pero no quiero, no quiero hacer mis tareas, no quiero dormir, no quiero hacer nada, nada de nada, bueno quiero escribir, pero escribo porque mi puta, puta conciencia, me cuestiona y me dice, ¿Qué son esas cosas que nos matan?, y le respondo, puta, puta conciencia, ¿Por qué lo cuestionas todo? , y mi conciencia responde, eso es lo que hace la conciencia, y si, eso es lo que hace la conciencia, cuestionar y cuestionar, joder y joder, cuestionar y joder, pero en el fondo la conciencia tiene todo su derecho de joder y cuestionar, porque en el fondo yo no sé cuáles son esas cosas que nos matan, no lo sé y en estos momentos no lo quiero averiguar, entonces escribo sobre otra cosas, cosas más “cool”, cosas como para que la gente diga, huy las huevas, este tipo como escribe de bonito, o cosas por el estilo, así que voy a escribir sobre mi perrito loco.
Hace mucho pero mucho tiempo atrás, cuando yo tenía ocho años, teníamos en la casa un lindo perrito, un perrito muy chandoso, un perrito muy criollo, un perrito de poca monta y escaso pedigrí, o como diría mi tía que vendía calzoncillos en “Sanandrecito de la 32”, una hijueputabestiallenadepulgasyrequesón, y ella lo decía todo así, pegadito, sin espacio para la respiración, pero el problema no era que nuestro perrito estuviera lleno de pulgas y requesón (¿Qué es el requesón?) el problema era que el perrito era maricón, mis padres no decían que el perrito fuera maricón, decían, el perrito nos salió loquito, nos salió enfermito, que pesar con el pobrecito, y lo decían así, con lástima en la voz, y con toda la lástima no dejaban jugar al perrito en el parque, porque el perrito loquito quería darle por el culito a los otros perritos que no estaban loquitos, pero un día por “accidente” mi tía que vendía calzoncillos en el “Sanandrecito de la 32” abrió la puerta del patio y el perrito loquito se escapó, se escapó y mi padre no lo buscó, dijo, en la calle al perrito le ira mejor, y si le fue mejor porque a los pocos días nos enteramos que al perro del vecino, nuestro perrito loquito violó, cuando el vecino reclamó por la dignidad de su perrito, todo el mundo miró a la tía del “Sanandrecito de la 32” y ante las miradas ella respondió, aminomemirenqueesehijueputaseescaposolo, y lo dijo así, pegadito, sin espacio para la respiración.   

1 comentario:

  1. oiga, en vez de renegar con su conciencia, escuchela, dejese guiar, las mejores cosas vienen de ahi.
    deje de tener MIEDO
    jajaja muy graciosa su anecdota por cierto

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